Hace un par de semanas nos acercamos a Valdemorillo, alguien había sugerido que probásemos un
restaurante de los de toda la vida, con un suculento menú “Fin de semana”. El sitio está
en el centro del pueblo, justo al lado de la iglesia. Bonito, muy agradable, rústico
sin más pretensiones.
Pedimos algo
de beber y como aperitivo nos sirven un combo de crema de verduras y un
hojaldre de chistorra que a esa hora resultaron deliciosos. Como siempre
que hay una carta con gran variedad de opciones, platos para todos los
gusto, platos bastante sofisticados para lo rústico del sitio, pinta bien.Al final
decidimos elegir el menú de fin de semana a precio cerrado, entrantes, pescado
y carne, mucha variedad, había que probar. Los platos principales son media
ración, lo que ayuda a probar un poco de todo evitando una digestión
complicada.
Coincidimos
en el primero, arroz con bogavante, nada local pero riquísimo. Deliciosa
melosidad dell arroz y el estupendo punto del bogavante. Servido en un bonito
plato grande, muy grande…sin embargo la cantidad justa un ¡¡10!!

Con el resto
de platos ya no hubo consenso; merluza con almejas y salsa verde (él), bastante
bien. Y bacalao en tempura con cebolla roja sobre una base de salmorejo de
piquillos (ella) riquísimo. Con la carne
ella vuelve a llevarse el triunfo, flamenquines rellenos de boletus, nada
pesado, para ser contundente. El secreto ibérico con cuscús a la canela (él), rico,
pero normalito.
Satisfacción
también por el vino del menú, Marqué de Viana.
La hora del
postre, la opción de ella como casi siempre, arroz con leche sobre helado de manzana, sabor
casero y toque curioso el conseguido por el helado. Las peras al vino,
simplemente, perfectas. Otro 10.
Café solo
como siempre, y detalle de la casa un digestivo licor de hierbas.
Precio
correcto (50 Eur/ persona) la fórmula del menú cerrado te evita sorpresas. Un único
“pero” lo lento del servicio, tal vez porque solamente atendían dos camareros, muy
profesionales.
Recomendare
y volveré
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